domingo, 11 de abril de 2010

Una anécdota

Un viaje siempre es una nueva experiencia. En algún caso, desagradable. En la mayoría de ellos maravillosa. Conoces nuevos sitios. Conoces nuevas gentes y ves que hay sitios donde sus gentes viven y entienden la vida de una forma diferente a como la entiendes tú. Y sin embargo, con sus riquezas y sus penurias viven su vida y a su manera, llegan a ser tan felices como uno mismo. Un viaje siempre da para muchas anécdotas. Anécdotas divertidas. Tristes anécdotas. Anécdotas preocupantes.

Hace unos días, en uno de mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo (la frase nos es mía, los que tenemos cierta edad sabemos que es de mi amigo Locomotoro), el azar nos llevó a coincidir en un microbus con una familia del País Vasco. A mi lado se sentó un chaval simpático, de unos diez u once años, con el que entablé cierta conversación. El crío, curioso como todos, me preguntó que de dónde éramos. Al responderle que de Granada, con desparpajo me dijo:
- ¿Y eso donde está?.
- En Andalucía. Respondí yo.
- Y Andalucía, ¿donde está?
A esas alturas ya me resultaba difícil explicarlo. No fuera a contestarle que en España y la respuesta fuera la misma pregunta.

Quizás, por la edad que tengo, me resulte incomprensible que un crío de diez o doce años, residente en cualquier territorio de España, no conozca qué es Granada y ni siquiera sepa donde está Andalucía. Si la explicación está en la política educativa de algunas comunidades autónomas que para resaltar sus valores tienen que negar la existencia de los demás, malo. Si por el contrario la explicación es consecuencia de la nefasta política educativa de gobiernos incompetentes durante muchos años, igual de malo. En cualquier caso a ese niño que con diez o doce años no conoce la existencia de Granada, se le está haciendo un flaco favor.