viernes, 25 de abril de 2014

Grupo abierto

No soy yo muy de citar frases. Ni mi memoria, ni quizás tampoco mis conocimientos, me permiten ir por la vida citando autores. Ya me gustaría a mí tener la cabeza de mi amigo José Manuel, que a poco que leas algo suyo ya tiene varias citas en el papel con un amplio conocimiento de obra y autor. A pesar de este impedimento mío, hoy sí voy al citar al maestro Ortega y Gasset con aquella frase épica de "yo soy yo y mis circunstancias". No sé si viene a cuento, pero sí es cierto que todos estamos condicionados en nuestros pensamientos, en nuestras creencias y en nuestras opiniones por el entorno donde nos movemos. Por aquello que oímos. Por aquello que cotidianamente vemos. Y yo hay cosas que veo y que no me gustan nada. Estoy hablando ahora del mundo laboral. Creo que esta crisis (maldita crisis) ha traído un retroceso importantísimo para los trabajadores de este país. Y no sé si ha sido tanto desde un punto de vista legal o más bien se ha producido en los comportamientos y actitudes de los que mandan. No voy a entrar en los aspectos legales de los cambios. Esos que los valoren los expertos y que nos digan de una vez el modelo económico y de sociedad que quieren para España. Si la competitividad la vamos a ganar bajando sueldos o mejorando la productividad de las empresas con inversiones e imaginación. Me preocupa mucho más el mundo de los comportamientos de los directivos. Algo importante se ha movido en ese terreno. Tengo la impresión, quizás sea sólo una impresión, de que la vida laboral de los trabajadores se ha convertido en un pequeño infierno con actitudes de gestión cercanas a la esclavitud. Las presiones, los chantajes, los malos modos, las voces y los insultos, incluso , han salido a la luz de una forma descarada y soez. Estas actuaciones, que siempre han podido existir de una forma larvada, se han destapado sin miramiento ante la falta de trabajo y la necesidad de sobrevivir. Hoy se traga mucho más. Se aguantan muchas más cosas bajo el chantaje de que te vas al paro y te dejo sin trabajo. Y además, se aguantan muchas cosas que no son necesarias para el trabajo ni para la supervivencia de la empresa. Simplemente, en los momentos extremos, se desarrolla con más vehemencia el lado oscuro del ser humano y aparece el miedo. Se crea la cultura de la divinidad. El presidente es dios y cualquier jefe con mando en plaza pertenece al coro de los ángeles. Y ni a dios ni a los ángeles se les cuestiona nada ni se les lleva la contraria. Aparece el poder de la condenación eterna. El representante divino se arroga la potestad de enviarte a las tinieblas del paro y ante eso cualquier rodilla se inclina. 

¿Visión catastrofista?, sí, pero es la mía. Es la que tengo porque es lo que a diario veo. Sin duda me va a venir bien asistir al foro de Grupo Abierto que vamos a celebrar en el Palacio de Congresos de Granada el próximo martes, 29 de abril a las seis de la tarde, para debatir sobre la gestión de recursos humanos en tiempos de austeridad. Quizás, el compartir opiniones con empresarios y trabajadores, aporte a mi mente nuevas imágenes y nuevas ideas que hagan un poco menos subjetiva la visión que hoy tengo de un mundo de empresa esencialmente divino.

Si alguien quiere asistir, puede hacerlo mandando un correo a la dirección incluida en el folleto. Puede ser interesante


sábado, 19 de abril de 2014

Mi pequeño homenaje

No recuerdo a ciencia cierta cuándo fue. Probablemente, por los datos de la foto, un cinco de marzo de 2006. Si nadie lo desmiente, yo en esa fecha me encontraba de viaje en Cartagena de Indias. Un viaje de placer con muchos compañeros de trabajo en una ciudad realmente maravillosa que ha sabido guardar con un mimo excepcional la esencia de sus orígenes. Como todos los viajes organizados por esa empresa, el de Cartagena de  Indias también fue un viaje estupendo. Los paseos por sus calles coloniales. El sabor a la España antigua. La visita a las tiendas de esmeraldas. El paseo, frustrado para mí por motivos que no vienen al cuento, en galeón por la bahía, regado con abundante ron colombiano. El frescor de sus casas coloniales. Cartagena de Indias es una ciudad para perderse mucho tiempo entre sus calles.


Y allí estaba Él. Una de las noches, mientras cenábamos en el hotel, alguien me dijo: "García Márquez está en el bar". Yo al principio pensé que era una broma. No sería la primera vez. Pero el compañero insistía en que era cierto, que estaba con una señora elegante tomando una copa en el bar del hotel. A partir de ahí no me lo pensé dos  veces. Yo, que nunca he sido lanzado para abordar a nadie, dejé mi cena tal cual estaba y corrí hasta la tienda del hotel para comprar un libro suyo con la intención de que me lo dedicara. Pero ahí no me acompañó la suerte. Era demasiado tarde y la tienda ya estaba cerrada. Tampoco me importó mucho. Me fui para la mesa donde estaba con su acompañante y excusándome como pude creo que le dije lo siguiente: "Perdonen que les moleste, pero soy un español ferviente admirador suyo y sólo quería saludarle". Él muy tranquilo, a pesar de mi intrusión, me respondió las siguientes palabras: "Encantado de saludarle, pero yo no soy digno de admiración". Ante esta respuesta, en un primer momento llegué a pensar que me había equivocado de persona, que a lo mejor no era García Márquez,  pero enseguida me di cuenta que el hombre que tenía delante era mucho más grande de lo que yo pensaba. Un escritor de su valía me decía que no era digno de admiración. La de vueltas que le he dado a esas palabras pensando en la cantidad de cantamañanas que van sacando pecho por la vida sin haber hecho nada para merecerlo. Después vino la foto y la despedida. Y yo me vine para España con la gran ilusión de haber saludado al maestro.
Gracias D. Gabriel

lunes, 14 de abril de 2014

¿Será mi perro nacionalista?

Nunca fui yo muy amigo de perros, pero desde hace año y medio aproximadamente comparto tiempo y espacio con un estupendo perro labrador. Bianco para los amigos. Es juguetón, cariñoso, familiar, cabezón, amable, noble. En fin, un carácter típico de su raza. Tan bueno es el bicho que, a pesar de nuestras diferencias de criterio en algunos aspectos, le estoy tomando cariño. Normalmente nos llevamos bien. Paseamos juntos. Nos divertimos juntos. Yo le doy su comida. El me da lametones. Nuestra convivencia es plácida y agradable hasta que aparece el tema territorial. Es en ese aspecto donde existe una guerra larvada que, en algunos momentos, estalla en una crisis política de alto voltaje y que puede terminar llevando nuestra relación de convivencia a una situación insostenible. Principalmente por motivos de higiene, Bianco tiene limitado el paso a zonas sensibles de la casa como son el dormitorio y la cocina. El resto todo es suyo y por allí campea a sus anchas, pero, especialmente la cocina, quiero que sea territorio vedado. Y ahí es donde comienza el conflicto. Bianco es inteligente y él sabe con claridad donde están sus límites. El marco de la puerta de la cocina marca la separación de nuestros territorios. Él lo conoce, a veces lo admite, pero casi nunca lo respeta. Una y otra vez insiste e insiste e insiste e insiste, hasta que una vez me pilla con la moral baja o la ternura subida y yo, por hacer una gracia, le franqueo el paso. ¡Derecho consolidado! Es lo peor que se puede hacer. A partir de ahí la guerra se incrementa. Una vez que le he dado un trozo de comida o le he propiciado una caricia dentro de la cocina, Bianco interpreta que es territorio libre y lo sigue intentanto "ad eternum". Nunca se cansa. Nunca se da por vencido.Una y otra vez trata de traspasar el umbral que tiene asignado. Aprovechándose de mi debilidad va consiguiendo losetas de la cocina. Una a una. Poco a poco. Sin descanso hasta conseguir su objetivo.
El otro día mientras desayunaba, escuchaba en la radio una tertulia matutina sobre cierto conflicto nacionalista. Bianco con las patas delanteras en sus losetas conquistadas, me acompañaba en mi tranquilidad. Hablaban de las cualidades y características de ese tipo de ideología. Persistente, astuta, cansina, demagoga, aprovechada, insistentes, erre que erre, erre que erre, y más de lo mismo.... De pronto me surgió una terrible duda: ¿será mi perro nacionalista?