domingo, 2 de noviembre de 2014

Educación

Tengo que reconocer que no soy persona de muchos amigos. Las relaciones humanas, sin serme una carga, tampoco son una de mis habilidades. No obstante, de lo que sí me precio es de saber elegirlos. Los pocos que tengo son excepcionales y cada uno de ellos destaca en algún arte, virtud o valor. Para muestra de ello basta un botón. Aquí os dejo el enlace del blog de mi amigo José Manuel, experto en algunas cosas, excelente persona y apasionado del Neuromarketing: Pod(r)emos? . Y ojalá podamos.

La lectura de este artículo ha hecho que, después de tanto tiempo, coja el teclado y me ponga a divagar un poco en mis reflexiones. Son muchas las cosas que hay en el ambiente, que rondan por la calle. Son muchos los sucesos que son noticia. Los casos de trincar se suceden día tras día haciendo que el cabreo de la gente alcance unos niveles cercanos a la explosión. "Estamos hartos", se escucha a los más comedidos. "Estamos hasta lo cojones" dicen los menos cautos. Sea como fuere este rosario de trincaeras está poniendo en peligro nuestra propia convivencia.

Después de casi cuarenta años de democracia hemos perdido el gusto de saborearla. Ya no nos llena ni la valoramos. Hemos dejado de apreciarla. Los que aún recordamos la dictadura, afortunadamente, tenemos ya muchos años. Y los más jóvenes, los que siempre vivieron pudiendo expresar su opinión, quieren algo diferente. Esto no les sirve. "Esta democracia es un pocilga" cantaban el otro día en la calle un grupo de profesionales de la protesta. Y a mi me daba pena oírlos porque no llevan razón. Esta democracia, con todos sus defectos, es el mejor sistema de gobierno que hemos tenido en toda la historia de España.

La democracia, con sus peculiaridades, como forma de gobierno, es inigualable. La inventaron los griegos hace dos mil quinientos años aproximadamente. Luego desapareció para resurgir con las democracias liberales en el siglo XIX. Su andadura no está siendo fácil. Su fuerza proviene de su propia debilidad. La democracia sólo se defiende profundizando en la propia democracia. Las crisis del siglo XX llevaron a algunas naciones a explorar otros caminos. Los comunismos trajeron opresión, cárcel, muertes y ruina económica. Los fascismos trajeron opresión, cárcel, muertes y ruina total. Todos fracasaron, siendo el remedio peor que la enfermedad. Los fascismos perdieron la guerra y están donde tienen que estar, totalmente proscritos. Los comunismos ganaron la guerra y consiguieron una supremacía moral que nunca han merecido. En momentos de crisis aparecen los populismos y las dictaduras, que en muchos casos son lo mismo. Las gentes, cansadas de ladrones, hartas de los problemas económicos, faltas de esperanza, se echan en brazos de mesías que prometen el cielo, sin valorar suficientemente las consecuencias de sus decisiones.

El problema no es el sistema. El problema son las personas que componen el sistema. Sistemas similares al nuestro funcionan perfectamente en el centro y norte de Europa. Funcionan desde hace varios cientos de años y han sobrevivido a muchos avatares. Pero son naciones que se toman muy en serio la "Res-Pública". La cosa pública es importante porque es de todos y a todos afecta y todos la respetan. Este respeto por la res-publica, por los bienes públicos, es fundamental para avanzar en la democracia. Mientras los ciudadanos no valoren los bienes comunes, que proceden del esfuerzo de todos. Mientras los miembros de la comunidad no aprecien las contribuciones del resto de sus conciudadanos. Mientras no aprendamos que la libertad de cada uno termina donde empieza la de su vecino, difícilmente podremos mantener esta democracia. Y eso sólo se aprende aprendiendo.

Desde el primer momento que un régimen toca poder, fundamentalmente se afana por controlar dos cosas, los medios de comunicación y la educación.Cuando los soviéticos tomaron Berlín en la segunda guerra mundial, se encontraron que estaba defendida por adolescentes, miembros de las juventudes hitlerianas, a los que una educación programada les habían hecho creer en las bondades de un régimen nefasto y destructivo. Una educación decente, profunda, que transmita los valores democráticos, es esencial para un amplio desarrollo de la convivencia. La libertad sólo se consigue con la educación. Podremos ser ricos o pobres, pero solamente seremos libres si somos capaces de tomar nuestras propias decisiones. El conocimiento de las cosas. La capacidad para valorar la bondad de los hechos en base a nuestros propios principios. Evitar la manipulación y la demagogia, sólo se consigue con una educación de calidad.

Si queremos exigir un sistema democrático, exijamos educación democrática.