miércoles, 17 de marzo de 2010

Fue una noche larga. Rara. Pasada por lluvia y escasa de sueño. Todo parecía irreal o al menos surrealista. A veces mucho trajín, a veces sumida en el silencio de la madrugada. Idas y venidas. Largas sentadas y alguna cabezada perdida sobre el sofá. Negociaciones trascendentes e interminables conversaciones intrascendentes para hacer más amables las largas horas de la noche. La codicia rondaba los pasillos. La avaricia chorreaba por los suelos como el agua de la lluvia en las aceras mojadas. Gentes inocentes de pecados capitales trabajaban sin descanso para conseguir la paz. Una paz que tardaba ya un día, una noche y varios años en aparecer. Una paz que nunca llegaría y nunca llegará. Por más que se firme. Por más que lo parezca, nunca llegará.
Una noche larga y varios años afilando los cuchillos. Miradas hacia el suelo. Seriedad. Sonrisas nerviosas que pretendían aparentar serenidad. Ni los juguetes compartidos, si es que alguna vez lo fueron, lograron traer la paz. Para ser protagonistas de un espectáculo así, mejor mendigar una moneda en silencio al lado de alguien que te quiera.