viernes, 19 de marzo de 2010

Es viernes. Tarde de viernes tranquila. La hora de la semana donde las ambiciones se igualan y el cuerpo se relaja. Nos quitamos el uniforme y nos palpamos el cuerpo para sentir que estamos vivos. Levantamos la cabeza y miramos al horizonte para relajarnos. Hasta andamos más despacio para intentar detener un tiempo que se nos escapa a borbotones cada día de la semana. Corbata fuera y a procurar ser uno mismo. Sin disfraces. Sin cargos ni títulos nobiliarios. Sin una tarjeta de visita que nos ampare y tras la que cobijarnos. Hay quien se entera esta tarde de que tiene una familia y busca disfrutar de ella. Las largas jornadas de los martes, de los lunes, de los miércoles, nos absorben hasta hacernos seres sin rostro para los nuestros. Sin duda el tiempo es diferente en la tarde del viernes. Y hay que aprovecharlo. Beberlo gota a gota. Muy despacio. Cocinarlo a fuego lento, como en un horno de leña. Compartirlo con el amor y con la vida.