viernes, 17 de diciembre de 2010

Decide tú

Llevo una semana que no paro de viajar. Es una sensación extraña. Cada día en una parte diferente de Andalucía celebrando reuniones que, en muchos casos, parecen no servir para nada, pero al menos se conoce gente. En una de estas reuniones, hablaban sobre un tercero, dos personas relacionadas con la política. Resulta que por diferentes motivos los dos lo conocían. La persona en cuestión era o había sido alcalde, por lo que era muy conocido en su pueblo. Para mí la conversación carecía de interés hasta que en un momento de la misma uno le dice al otro: " a fulanito le ayudé yo a ser alcalde, es más lo hice alcalde yo". En ese momento aumentó mi curiosidad de forma exponencial. ¿Cómo es posible que en la España actual una persona hiciera alcalde a otra?. Yo pensaba que los tiempos de la dictadura habían quedado atrás hace ya treinta y cinco años. Pero resulta que no. En pleno siglo XXI, en una España democrática un señor hacía alcalde a otro. Pensaba que esto era fruto de  las urnas, pero resulta que no. Aunque no lo entendía, la explicación llegó enseguida. Uno de los hablantes había sido en otra época la persona responsable de elaborar las listas para las elecciones municipales de un democrático partido y había puesto al alcalde de la historia como cabeza de lista de su partido. El misterio se aclaró. En realidad los electores deciden el sentido del voto, pero los alcaldes sin lugar a dudas, los eligen los partidos. Los ciudadanos sólo deciden los partidos que gobiernan. Los partidos que gobiernan deciden todo lo demás, incluida la persona que puede llegar a ser alcalde. 
He hablado muchas veces con militantes políticos sobre la conveniencia de las listas abiertas y la gran mayoría están en contra. Piensan que el pueblo es imbécil. Que no está preparado y que las listas abiertas generarán ingobernabilidad en las corporaciones. En el fondo no creen en la democracia, sino en la partitocracia. Que decidan las élites. El pueblo no está preparado. 
Pues bien. Después de más de treinta años de democracia, ya está bien de listas cerradas. Los ciudadanos no tenemos porqué tragarnos los sapos que los secretarios de organización de los partidos incluyen en las listas. Los elegidos deben de responder ante los electores y no ante los partidos. Ya es hora de que los grandes partidos empiecen a creer en la democracia y si al menos no creen en ella, que nos la dejen ejercer al pueblo.