miércoles, 15 de mayo de 2013

Trileros

Tengo que reconocer que durante el presente año, este "Panoechargota" está bastante abandonado. Desde enero no me he sentado delante de mis pensamientos para coger el teclado y poder escribir algo que exprese mi sentimiento y a veces mi rabia. Y no es que no haya motivos para hacerlo, que los hay en abundancia. Quizás sea más bien la pájara del ciclista subiendo un puerto. Cuando ves que por más pedales que das aquello no se termina y la cuesta se hace insufrible y eterna. O quizás sea más bien que alguien me ha liado en un proyecto ilusionante, con unos objetivos difíciles pero alcanzables, al que estoy dedicando más tiempo del que tenía previsto. Sea como fuere, bien por falta de ganas o por exceso de ilusión, el resultado es que este "Panoechargota" ha estado demasiado tiempo callado y ya es hora de que diga algo. 

En todo este tiempo han pasado cosas, muchas cosas. Y algunas han sido geniales. Dos amigos en el mismo día, en sitios diferentes y con temas muy opuestos, presentaron sendos libros. Uno de poesía, para sacar el alma a la vida. El otro sobre gestión empresarial, para indicar nuevos caminos de cómo hacer las cosas dentro de la nueva empresa. Estas publicaciones me han llenado de tremenda alegría y de una gran envidia. Porque yo siempre he dicho que esencialmente envidio dos cosas en la vida. Una es hablar idiomas. La otra es saber y poder escribir y ver publicado un libro. Libros de poesía y de gestión empresarial saludable. En el fondo no son tan diferentes. Ambos tratan de humanizar la vida en un mundo donde una locura egoísta e irracional nos invade.La crisis parece sacar lo más asqueroso del ser humano en la dirección de las empresas, donde un retroceso al siglo XIX  se está imponiendo en la gestión. Los malos modos. Las amenazas rastreras. Las voces. Los insultos. El incumplimiento flagrante de la legalidad en cuanto a jornada laboral, vacaciones y otros muchos puntos, están a la orden del día en muchas empresas. Una tasa brutal de paro está haciendo que los trabajadores traguen lo indecible con tal de conservar su precario puesto de trabajo. En la mayoría de las empresas impera la filosofía del engaño al cliente. Meter carne de caballo donde se indica que es de vaca. Lo socialmente responsable  y la Responsabilidad Social Corporativa, simplemente se queda en un precioso cuadernillo que todas las grandes empresas tienen publicado, pero la verdad de la verdad es que todo el que puede engaña y el que puede mucho, mucho lo hace. En una gran cantidad de casos se trata de una filosofía de empresa. Robar poquísimo a muchos y muchas veces para que nadie se de cuenta y aunque lo haga no le merezca reclamar.

Y para muestra un botón. Como últimamente no me fío ni de mi sombra y mucho menos de mis bancos, suelo repasar todas las operaciones que hago con ellos. El otro día repasaba la liquidación de intereses de una imposición a plazo fijo que tiene mi padre. Después de muchos cálculos y una gran cantidad de tiempo, llegué a la conclusión de que faltaban 3 días de intereses. Antes de ir a reclamar se me ocurrió mirar el contrato y enseguida vi la respuesta. A un lumbreras del banco (seguro que lo nombraron empleado del año en la convención de directivos) se le ocurrió contar los días por meses comerciales, es decir meses de 30 días (que hacen 360 al año) pero en cambio utilizar la base real de 365. ¿Qué quiere decir esto? Sencillamente que en un año están robando cinco días de intereses que no le pagan al cliente. ¿Es legal?. Pues no lo sé. Desde luego está firmado en contrato. Es ético. Sin duda que no. Es una triquiñuela para sisar unos dinerillos. Suponiendo que el banco tenga unos tres mil millones en imposiciones a plazo fijo al cabo de un año se ventilan la cifra de un millón de euros.

Cosas de estas  hay muchas. Como incluir alguna comisión en el cargo de algún recibo para que no se note su cobro. Son cosas de trileros. Actuaciones que rozan la legalidad. Se trata de dar vueltas a la bolita para sacar el dinero al cliente. Y los supervisores mirando las estrellas y exigiendo más provisiones.

¡¡La bolita, la bolita, la bolita!! ¿Dónde está la bolita? ¡¡Trileros, que sois unos trileros!!