miércoles, 24 de marzo de 2010

Desde luego, cada caso particular que ocurre no es lo que ocurre en la realidad, pero cuando muchos casos particulares suceden de la misma manera hay que empezar a pensar que lo particular puede estar convirtiéndose en lo general. Esto, que parece un trabalenguas, es lo que sucede con relación a la opinión que los ciudadanos tienen sobre los políticos. Desde hace mucho tiempo no he hablado con nadie que tenga buena opinión de los mismos. Es más, en la gente cercana a mi, la opinión generalizada es que no hay uno bueno, ni de un partido ni de otro. Es opinión común que la gente entra en política para medrar en su beneficio y nunca para trabajar por el bien de todos. Evidentemente esto no son más que opiniones individuales, pero últimamente escucho demasiadas opiniones individuales que coinciden en este sentido.
Cuando uno se sube en el coche oficial, sin duda viaja más cómodo y probablemente más rápido, pero deja de andar por la calle. Deja de pisar baches y de tropezar con farolas. De subir en el autobús y de tomar café en el bar de la esquina. Y deja de saber que hay baches y de saber cuanto cuesta el café del bar de la esquina. Nuestra democracia se está anquilosando y las castas que empiezan a aparecer no son buenas para nadie, ni siquiera para las castas superiores.
Como imaginar es gratis e infinito y no tiene límites, creo que deberíamos de empezar a imaginar nuevas formas de participación en la "res pública". Nuevas formas que profundicen en la democracia. Nuevas formas donde tengan mucho más peso los ciudadanos que los partidos políticos. Estamos en la era de las comunicaciones, de internet. Medios que se han metido en nuestras casas, que parece que están desde siempre y sin los que ya no podríamos vivir. Imaginemos qué interesa a la gente común y no a los partidos. Pongamos a volar la imaginación. Y pongámosla todos. Si el cambio no lo hace la casta política, al final, cómo siempre, lo tendrá que hacer el pueblo.