domingo, 28 de octubre de 2012

La tertulia

Para mí la radio es información, compañía, diversión. Estar al día en información y desinformación. Oigo los informativos, las tertulias (políticas y económicas), los programas de viaje y de cocina, la música, los espacios de humor. En fin, todo lo que den en cada momento en el que yo no tenga que tener una especial concentración para poder tener la cantinela de fondo de cualquier emisora buena.

En el coche es genial. Sobre todo si el viaje es largo, aprovechas las horas para ir aprendiendo cosas y te sirve incluso si el cansancio llama a la puerta. Si no quieres que te entre sueño, lo mejor es buscar una tertulia. Y si además la tertulia es en una emisora con la que no coincides ideológicamente, eso ya es medicina santa. 

Yo realmente me sorprendo, y la verdad, no sé por qué, del tono que cogen algunos debates y las opiniones tan categóricas que se vierten en los mismos. Cuando conoces algún tema en profundidad y ves los comentarios que se vierten sobre el mismo, te das cuenta de la inconsciencia de algunas de las personas que se ponen a opinar delante de un micrófono.

La otra tarde, viniendo de viaje, escuchaba en una emisora una tertulia sobre un tema tristemente de moda en la actualidad. Hablaban de los desaucios y la maldad de los bancos. Allí se dijeron todo tipo de lindezas contra los bancos, contra su personal, contra los jueces y cómo no, contra los políticos. Uno de los señores que intervenía en el mismo, insistía en que los jueces no debían de aplicar una ley si ellos la consideraban injusta. Lo que hubiera legislado el Parlamento debía ser papel mojado siempre que un juez interpretara que no era justo. Menos mal que la persona que moderaba el programa puso un poco de sensatez insistiendo en que también los jueces tenían que cumplir y hacer cumplir la ley independientemente de lo que ellos opinaran. 

Además, cuando se crea un estado de opinión sobre cualquier tema, ya difícilmente se aplica la lógica. Es el imperio de lo políticamente correcto, contra lo que nadie se atreve a opinar. En la tertulia anteriormente mencionada, llamó un señor para expresar su sentimiento e insistir en la maldad de los bancos. Y contó su caso. El señor en cuestión hace unos años se acercó a una entidad financiera a pedir una hipoteca para la compra de una vivienda. El director de la oficina le dijo que con las nóminas que presentaban, de él y de su mujer, no le podían dar el importe que él demandaba y que por tanto no le iban a dar el préstamo. Lo que podría hacer, le insinuó el director, era que hablara con su jefe para que le falsificara la nómina poniendo un importe superior y de esa forma no habría problemas  para obtener la hipoteca. El señor no se lo pensó. Falsificó su nómina. El director no se dio por enterado y le concedió el préstamo dentro de los parámetros de inversión de su entidad. Hoy día este señor no está pagando su préstamo y se queja de que la entidad financiera le reclame el pago. Hasta aquí la historia que ampliamente jalearon los componentes de la tertulia. 

A ninguno se le ocurrió comentar que esa entidad financiera tenía unos criterios de inversión probablemente adecuados, en virtud de los cuales no podía conceder el préstamo solicitado. Tampoco se le ocurrió a nadie decir que donde había pecado el banco eran en tener al frente de la oficina a un director sinvergüenza y desleal y no disponer de un control interno suficiente para detectarlo a tiempo y ponerlo en la calle. Pero lo que más me sorprendió es que nadie dijera a este señor que de qué se quejaba. Él había obtenido un préstamo estafando al banco con la falsificación de su nómina y que, aparte de ser tan sinvergüenza como el director, probablemente hubiera cometido un delito por falsificación de documento mercantil. Nadie le afeó su conducta y todos le dieron la razón. Allí había una opinión y se dijera lo que se dijera, había que apoyarla.

Que peligro tiene un micrófono delante de un inconsciente.

5 comentarios:

  1. Yo también lo escuché. Lo contó y se quedó tan agusto. Ver para creer...

    ResponderEliminar
  2. Como siempre las “clavao”, sacando a colación la tertulia radiofónica.
    En estas tertulias discuten y opinan de diversos temas personas que con frecuencia desconocen la materia que tratan y opinan en medios que influyen en muchas personas.
    Las personas que podrían opinar y sobre todo informar, no se atreven a intervenir en estos debates. Unos porque posiblemente sean parte implicada y otros porque, como ya se ha visto y oído, los ponen a caldo, que para eso sí que sirven estos contertulios.
    Lo políticamente correcto, para mí, es una cadena de buenismos malintencionados y perniciosos de la que nadie se siente responsable y que nos está llevando a la ruina económica, social y porque que no decirlo también moral. Hay otros motivos más, además de este.
    Esta cadena ha sido trenzada entre todos.
    En el ejemplo que pones, el primer eslabón lo puso la dirección de esa entidad con unos objetivos cortoplacistas y muy perjudiciales como vemos en sus resultados. El siguiente eslabón se lo adjudicamos a esos directores, mandos intermedios, empleados que indujeron a otras personas a un delito para conseguir algo. El siguiente sería de la persona que sin principios básicos, se deja influenciar y comete el delito en cuestión y además tiene la desfachatez de decirlo y exigir a los demás responsabilidad.
    Toda esta cadena está engrasada con lo que llamamos, sistema, organización, que no es capaz de detectar y rechazar estos comportamientos dañinos.
    Vamos a intentar no cometer el mismo error, echándole la culpa al sistema o la organización. El sistema somos todos y cada uno de nosotros, en mayor o menor grado de implicación.
    Entiendo que la solución, “el sistema”, llegará y cambiará cuando nosotros cambiemos y admitamos que nos hemos equivocado, asumiendo cada uno nuestra responsabilidad.
    Sé que parece difícil y es difícil, pero no veo otra solución.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy buena reflexión. Si todos hicíéramos un poco de autocrítica, probablemente llegaría mucho antes la solución.

      Eliminar
  3. Desde luego, completamente de acuerdo. Yo no conozco todavía a nadie a quien hayan obligado a pedir un préstamo que no va a poder pagar. Hay una tendencia muy extendida a considerarnos estúpidos, a infantilizar y trivializar comportamientos, a admitir que todo vale "porque yo me lo merezco", y a despejar a corner con el "no es culpa mía", eludiendo la reposnablidad de tus propios actos y decisiones. Muchas veces nos hemos preguntado que cómo es posible que tal o cual persona lleve tal ritmo de vida con el tipo de trabajo que tiene. Se han han alentado comportamientos irresponsables, y así nos va.

    ResponderEliminar
  4. Mi intención era hablar de la tertulia pero parece que he conseguido centrarme más en el tema de los préstamos. para este tema una amiga me lo definió con mucha claridad. "Hay que estirar la pata hasta donde llega la manta. Si la estiras más termina enfriándose"

    ResponderEliminar